domingo, 1 de mayo de 2011

Semana 8. Spotify / La burbuja tecnológica. Reflexiones.

Spotify es una propuesta que me parece muy interesante. Como oferta musical, considero que tiene todo lo que cualquier persona aficionada a su escucha puede pedir: gratuidad on line (escucha en streaming), oferta muy amplia del producto, compra a precios competitivos… –todo esto en la parte gratuita o compra puntual–, y dos opciones de suscripción por las que puedes eliminar la publicidad y escuchar sin límite horario (en el caso Unlimited) y la más amplia de prestaciones (y más cara, claro está), Premium, que te permite escuchar off line y ampliar las opciones de escucha ya desde tu teléfono o dispositivo móvil con wifi o conexión 3G. (* Ver Spotify en Wikipedia)
Yo conocía la aplicación pero no la había usado nunca. La realización de este trabajo me ha acercado de nuevo a su formato y lo utilizo de vez en cuando para escuchar tanto temas antiguos -pop, música clásica, etc- como canciones más cercanas a nuestro tiempo e incluso nuevos lanzamientos.
Su modelo de negocio es bastante transparente (o al menos, eso parece) y es lo que se llama Freemium: se ofrece el contenido de forma gratuita en unas condiciones y, previo pago, se pueden mejorar dichas condiciones. En la parte gratuita, la publicidad es la que, a priori, genera los ingresos. En los dos formatos de pago, debemos suponer que son los suscriptores quienes soportan el peso del coste.
Esta pequeña exposición puede parecer sencilla y, como he citado antes, transparente. Sin embargo, remitiré a quien quiera acercarse un poco más a este modelo de negocio, hacia dos opiniones bien diferentes al respecto: Axel Marazzi defiende el modelo y nos aporta datos de diferentes fuentes, una de las cuales asegura que con el 10-12% de usuarios Premium, el modelo de negocio es totalmente sostenible. Por otra parte, este artículo de iPodizados.com da otra visión del tema, que no debemos pasar por alto en el que, además de citar otras fuentes de información, una de sus premisas es que Spotify no genera ingresos.
Yo no soy especialista en el tema y, visto lo visto, no tengo muy claro si las cifras de negocio que dan en las estadísticas y en los informes son totalmente ciertas… Para ello… “doctores tiene la Iglesia” y deben ser ellos quienes aclaren el tema y nos den las pistas que nos ayuden a tomar postura al respecto.
Aporto aquí dos interesantes artículos más. Ambos defienden el modelo de Spotify y aportan datos de indudable valor:
-Spotify y Netflix: ejemplos a seguir
-Spotify: un ejemplo P2P

Estos dos artículos me sirven para enlazar con el interesante tema de la “supuesta” (hoy en día todo es “supuesto/a”) burbuja digital/tecnológica. Entiendo que el término ‘burbuja’ hace referencia a la “chocante” relación entre el valor actual que se atribuye a determinadas empresas tecnológicas y el valor que tenían cuando nacieron (hace relativamente poco tiempo). Evidentemente el valor de nacimiento era muy próximo a 0 (cero) y actualmente sus cifras de valor son, cuando menos, escandalosas (aunque yo me atrevería a decir inmorales). Dejo aquí un artículo de Alberto Ortín (año 2007, aviso) que habla de algunas irregularidades a la hora de valorar empresas y enlaza las burbujas tecnológicas e inmobiliarias… -no os lo perdáis-.
Recientemente tuve la ocasión de poder consultar con una broker (una de verdad); una simpática empleada de una empresa comercializadora de fondos de pensiones a la que le planteé el tema de estos valores tan enormes que se daban a estas empresas. Ella muy amablemente me habló -de forma muy general- de la forma en que se estima dicho valor y en el que se combinan muchas variables: economía real, expectativas de negocio, clientes potenciales, etc. aunque me dejó claro que, en muchos casos, son estimaciones que pueden estar muy mediatizadas por otros intereses que circundan a la empresa de que se trate. Así como las empresas “analógicas” no se estiman sino que simplemente se valoran sobre el papel (las cifras son muy claras) las empresas de tecnología relacionadas con internet tienen una muy difícil valoración económica. Y es el modelo de negocio el responsable de esta dificultad. Muchas de estas empresas basan dicho modelo en la publicidad. En los medios de comunicación tradicionales es la tirada (en periódicos) o la audiencia (en radio y televisión) la que marca el precio de la publicidad: cuantos más oyentes o lectores tienes, más cobras por la publicidad… y esto sí es objetivo. Sin embargo, el impacto de la publicidad en internet es más difuso, aunque cada día más, las estadísticas de visitas a las páginas van marcando precios y condiciones.
En páginas como Facebook, Twitter o Spotify, los usuarios deben registrarse y dar una serie de datos (muchos de ellos voluntarios) que se utilizan para targetizar la publicidad. Los usuarios somos poco reticentes a poner nuestros datos en la web (de los que podemos elegir su accesibilidad a otros usuarios) y esto lo usan las empresas para dirigir determinada publicidad hacia determinados usuarios.
Y hasta aquí, todo conforme y me parecería bien si no fuera por la otra parte. La de las personas que valoran las empresas. La de los dirigentes políticos y económicos que van marcando el paso de los que trabajamos cada día. Este breve e inquietante artículo nos da solo algunas cifras que están volviendo a manejar en Wall Street. Por otra parte, una interesante película (un reportaje diría yo) acaba de salir al mercado –Inside Job– que recomiendo a todos y que nos muestra claramente, con datos y entrevistas, la peor cara de nuestros dirigentes. La de aquellos cuyo único interés es el suyo. Analiza de principio a fin la crisis actual (iniciada en 2008) y nos muestra –para desesperación del espectador– que muchos de sus responsables han vuelto al poder.
Como he dicho, me gustaría creer en todo esto y valorar muy positivamente los avances que la tecnología nos proporciona y pensar que, gracias a ellos, vamos a poder vivir en un mundo mejor dentro de no mucho tiempo… pero no, va a ser que no. El desánimo hace mella en mí cada vez que leo determinadas noticias. La única conclusión que saco de todo lo que veo y analizo cada día es que la codicia y avaricia de algunos, con el beneplácito de otros, son las que triunfan. Qué bonito sería que al crearse la riqueza, esta pudiera repartirse un poco mejor. Que los que la crean ganen más –claro está– pero que los flecos lleguen a todo el mundo. Algo así como cuando le toca la lotería a muchos habitantes de un barrio. A los que no les ha tocado se ven salpicados por la buena suerte de los agraciados y, de alguna manera, todos se benefician.
Esta opinión no va en contra de la Innovación, en absoluto. La Innovación es y debe seguir siendo, nuestra bandera. Tenemos que reinventarnos para aprovechar todas las oportunidades que se nos brindan. Pero esto no puede ser una fórmula para que algunos se hagan ricos a costa de muchos que invierten siguiendo consejos (a veces muy interesados) y lo pierden todo. Sin abogar por un modelo de sociedad comunista (nada más lejos de mi intención) sí que defiendo una “regulación” del mercado basada en otros valores. Precisamente la “desregulación” fue la causante de la crisis de 2008, desregulación favorecida por intereses oscuros (o demasiado claros) que solo pretendían el enriquecimiento a costa de los demás.


http://cultura-abierta.blogspot.com/2011/04/semana-8.html

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